jueves, 17 de diciembre de 2020

fragmento de "Leñador" de Mike Wilson







© Laura Alonso




Tradiciones. La mayoría de las tradiciones y supersticiones que surgen del hacha suelen aludir a la hoja de esta. La más conocida es una advertencia en cuanto a la manera en que se debe portar el hacha cuando el leñador se desplaza de una faena a otra; esta tradición dicta que el leñador jamás debiera apuntar el filo hacia el firmamento, pues se considera una provocación que atrae la mala suerte. Otra tradición señala la manera apropiada de pasar un hacha entre leñadores: la entrega se debe hacer extendiendo el cabo hacia el receptor con el filo apuntando hacia el suelo (por las razones previamente señaladas). Ambas manos deben hacer contacto con la madera; el que entrega debe sujetar el hacha del hombro y no soltar hasta que el receptor se haya aferrado bien de la empuñadura. De lo contrario se tienta la mala suerte y se dice que pueden producirse tensiones anímicas entre los leñadores que participan del intercambio. Claramente los motivos antropológicos de estas tradiciones están anclados en medidas de seguridad que en alguna época, hace generaciones, pasaron al olvido vis à vis la superstición. Quizás lo ajeno de mi perspectiva me permitió ver lo que ellos no son capaces de siquiera considerar. Aun así, no me atreví a señalarles mis impresiones, estoy bastante seguro de que mis aportes a su cultura no habrían sido recibidos con tolerancia. Otra tradición destacable es el hábito obsesivo que tienen los leñadores de chocar las hojas de sus hachas cuando hay tormentas eléctricas. El objeto de este acto es hacer sonar los aceros durante el intervalo breve que se extiende entre el relámpago y su trueno correspondiente. El repique producido por las hojas al chocar es ensordecedor y, si logran sincronizar bien el impacto, es seguido por el estruendo de la tormenta y el rugido grave de los leñadores. De esto resulta una armonía perturbadora. Por mucho que insistiera en que me explicaran el significado de esta tradición curiosa, se rehusaban a darme una respuesta.












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