© Martin Stranka
formaciones desorientadas
anudan restas con deshechos
el ánimo omite una pieza
muda su suerte y alcanza un retiro
muda su suerte y alcanza un retiro
Emilio Lafferranderie
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Primero es una aparición, desnuda en sí; presente. El registro es un proyecto de borradura de los latidos tonales. Tendencia de los fluidos cuando coagulan por temperatura o vencimiento, es una resignación; primero en la materia y luego en su pasado.
Todo se entorna escena eliminada y el golpe de los galones en el talión de palabras se paga en lengua muerta.
El registro es una luz
en un infarto masivo.
Un cuerpo combustivo, narrado en su residuo.
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Primero es una aparición y luego es su constancia. Como en un abrojal mustiado hacia alambrada de púas, se anda con plantas ulceradas por un descenso en seda. Detrás, al irse, los seres de la Región desaparecen en su evidencia de plenamente.
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La Región podría ser paisaje, aguado por cansancio. El registro contiene cada desmayo en el agua, por lo que elude; no puede. La tristeza de un trabajo mudo cuando viene de follaje bajo sol y mirada extraviada en tornasoles carnales.
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Regresa un paraíso tonal en fría oscuridad. Gotea ante la noche. Digamos que se demora así: las marcas del registro, sonido de canicas, todas en una, segado un endiablado diálogo con nada.
La Región de regresar, tan seca, impastizable, calla en doblegar cierto cayado escrito.
Hace silencio.
Oye (
Transcribe para hermandad ninguna.
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En la Región
cualquier imagen nació por el cuerpo calzada como guante.
Un registro sólo parece fidedigno, lo cual es imposible. Ínfula de una figuración, una vez vívida y casi literal, un registro es la distancia a quemarropa de las cualidades destituidas de objetos y personas; y todo ese paisaje formándose composición astrosa.
Cualquier regreso es infiel si se empedrara continuo.
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La Región
una vez próspera de ahora, tal cual estado libre y variedad de quimeras, falla hendijas aleatorias por donde pierde luz: dulcedumbre de casas meridianas a la cal con vapores de verano en golpeteada cortina. Techos generosos de sol hasta la náusea. Vaho de mujer en tardes de humedad, con perros a sus pies, desciende hasta un olor como de animal cansado; echado para bulto del olvido.
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Baste decir
lo que el vacío de volver entrega
la borra de la sangre.
Árboles sinuosos en su arracimada tenacidad deseante, de tono-verde-exigente; casi apretados ijares a punto de soltar un día entero de bocanada solar. Pavana de las frondas contra muy poderosas mares cobalto, desplaza predominio entre colores tajantes.
Resumen de monte como emulado salvaje, así fue la Región cuando se cree poder alzar de su presente expulsado. El resto es turbiedad pretenciosa de ruina más entera. Y un castigo de rumores enterrado en la distancia del regreso a la palabra.
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Tienta a nudo de tanza con anzuelo en agua despintada, gastada de mirar.
La Región como lugar
prescribe
(en craquelado cuerpo de refractado cielo)
contemplar lluvia por la ventana.
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Un registro sólo parece bucólico y en eso hay estulticia de parte del deseo: creer en la Región retroceso a bellos equilibrios, perdidos y evocables.
Cualquier regreso no es más que una experiencia de una disgregación del punto de partida y una mitología de su existencia como origen sustantivo con narración posible.
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La Región
ni a verosímil, ya, tiende a ser un repasar estancado
de usuraria vocación ante los días.
Comparece por fragmentos
distraídos
de los bolsillos de alguna ropa
a papelitos caídos a la calle, elevada
en círculo ventoso
de escasa duración.
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La Región encierra, cuando de azar el pigmento
-las tardes con el viento
-la silla mecedora
-la luz de los follajes
-la cruz de las partidas
(y otros conjuntos –vacíos-)
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¿Cuánta noche de techo incandescente se vio ascender en humo la distancia?
¿Cómo fue raíz y solar; cuerpo de alturas y talla?
Perfil de cielo mediado entre dos aguas y arboleda, la casa es una imagen eficiente y un vasto arsenal de desalojo.
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Los teléfonos prodigarán ruido de lugar esparcido en polvo carretero; demolido como Atlántida terrestre.
No será dos veces la Región; ni en sus detalles ni en sus bosquejos. Ni en su calesa de nubes hinchadas de tormenta.
El registro cede a sonar desfallecido bajo una lluvia oceánica cerrando un horizonte.
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Abdicación de río entero dentro del yugo del cuerpo, el registro vadea por planicie jornada en su animal. Un resuello de hombre a media asta desploma como un costal a tierra.
La Región, con letra capital, resguarda así las siestas, cuidando de sus lúbricos demonios.
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Tierra árida, hasta siempre, aduéñese en ovillo. En esa posición se duerme tejido como canasto, hecho con fibras de ramajes enteros, restituidos a fuerza de carpir sobre secanos pasajes.
El aroma de la savia difiere de descripción acorde.
Forma en pedregal. Y noches más largas.
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Una fábula de ausencia:
una joya oscura en el vientre del carbón.
La sustracción es la distancia de regresar. El ruido y tironeo de separar la piel del cristal del continente negro. El secuestro del estar original. La interrupción del habla dolorosa. La consumación de la Región en su habitar de saqueo.
(una sombra de repliegue entre los hombres).
*
El registro está exento de operaciones constantes. Sólo el regreso pervive en coplanar del día, atiborrado de esfuerzo, gestos minúsculos, verdes en lámina.
La Región encapricha por umbrales, lugares tibios. Se regresa dándole nudillos justo a esas puertas que no perdonan ya. Hay que lincharse infiernos de arriba hacia los hombros de nadie. Si hay suerte, dirán: es onanismo; los fariseos de la virtuosa fe. Pero el regreso contiene una dignidad exigida de rostro vertical en alienante, lisiado y blasfemo, de análogo desdén esmerilado.
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La Región
: cuando desplaza en-sí, lleva lindes, nombre propio. Vegetación y fauna dominantes. Y geografía situada.
: acontece en hechos de los que no regresar es su propiedad particular. Lugar externo erguido dentro, extático y sin habla; presente de la sangre –tiempo verbal y obsequio-
: es de aspiración perfecta y luego trascendente, hasta escindirse y desaparecer de lo que nunca alcanza. Ninguna simetría podría resistirse en su reparto; se descompensa a un paso de falsa redención.
La Región es una fe que miente a Dios, en letra capital.
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De su ostra hasta al hambre
cualquier desterrado advierte
a falta de qué
se registra.
*
Cualquier desterrado regresa de la Región
de estancia en estancia.
Siempre es otra región un registro
de la Región y su regreso.
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Gracias por estar de vuelta. Te saludo y me felicito por el regalo que recibo.
ResponderBorrarBeso
gracias, Sil. recién hoy vi que había un comentario.
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