Puente de Brooklyn © isansky
Sucede, ciertos
puentes.
Esos puentes
gráciles; parece, flotan, admirables
en el aire
a costa de una fuerza
íntima, una corriente alterna
acomodada en el riñon del cable; todo ese cuerpo
cuelga
de cierto derrame, en dos direcciones
disputa
peso o levedad, la gravedad
de forma material, practica
practica esa memoria
esa contradicción ( la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones –dirá Kundera )
Entre el cielo y la tierra
practica su reflejo, abajo
doble rostro, arriba, una corriente alterna.
gráciles; parece, flotan, admirables
en el aire
a costa de una fuerza
íntima, una corriente alterna
acomodada en el riñon del cable; todo ese cuerpo
cuelga
de cierto derrame, en dos direcciones
disputa
peso o levedad, la gravedad
de forma material, practica
practica esa memoria
esa contradicción ( la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones –dirá Kundera )
Entre el cielo y la tierra
practica su reflejo, abajo
doble rostro, arriba, una corriente alterna.
Salvan
quebradas, ríos, arroyos
iluminados hasta los días que dure
la resistencia interna de la cruzada
en direcciones opuestas; análogo, el vado o pasaje
ofrecen, gráciles, por las fibras mordidas, internas
hasta que vuelvas, amor, o no regreses, así
por esos puentes; así
todo ese cuerpo
en soledad, tendido; aparición, quizás
de vez en cuando, detrás de los párpados
cerrados, como defensa, cuando el sol
invade
el aire entero
de resplandor marcial.
Sucede, quizás.
O no.
*
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